jueves, 24 de febrero de 2011

Capítulo 4


Hacía ya, 2 semanas desde aquel día. No había sabido nada de él, desde nuestro pequeño tropiezo. Cada día que pasaba perdía más la esperanza. Aunque una cosa estaba clara, no me iba a rendir tan fácilmente.
-          ¡Isabel!  ¿me estás escuchando?
Se trataba de mi profesor de filosofía y tutor Ramón. Es una persona un tanto peculiar, tendrá alrededor de 38 años, está bastante delgado, tiene el pelo corto, rizado y es rubio. Suele llevar una barba de 3 días.
Todos sus alumnos pensamos que se le ha ido un poco la pinza, aunque, claro, tanta filosofía no le hace bien a nadie. De hecho, estoy segura de que si yo hubiera estudiado su carrera, ahora mismo estaría en el Psiquiátrico.
Hoy me estaba echando la bronca, como todos los días desde hace una semana.
-          ¡Isabel, llevas una semana en las nubes! Todos los profesores me han dicho que no los escuchas, que ni siquiera los miras y muchísimo menos haces los deberes. Sabes perfectamente que en primero de bachillerato hay que estar muy atento, porque si no acabarás suspendiendo y repitiendo. Y todo porque has querido. Si vemos que no mejoras, acabaremos avisando a tu madre.
No debía de haber entendido bien ¿cómo, que avisarían a mi madre?, justo cuando quedan dos días para la fiesta sorpresa de Blanca. Tenía que hacer algo para que eso no ocurriera.
                    I-         Profe, por favor no diga nada a mi madre, es que ahora no está para  
                               disgustos, murió mi bisabuela hace 1 semana ¿sabe?, y ninguno de la familia
                                está muy bien. Pero, le prometo que me esforzaré mucho a partir de ahora.
                   R-         Vaya,  lo siento mucho, llamaré a su madre para darle el pésame.
                   I-         ¡No, eso no!
                  R-         Pero ¿por qué? ¿Acaso, me oculta algo?
                  I-          Por supuesto que no. Pero es que a mi madre le está costando superarlo y lo
                              que menos necesita ahora, es  que se lo recuerden. Así que, si me pudiera 
                               hacer el favor de no molestarla, se lo agradecería mucho.
                  R-         De acuerdo, pero una queja más de cualquier profesor y, sintiéndolo mucho,
                              llamaré a sus padres  ¿Queda claro?
                  I-           Sí, muy claro.
Por suerte, la bronca de hoy ya había acabado y me fui a donde estaban las chicas.
                  I-                Han estado a puntito de pillarme.
                  A-              ¿Qué le has contado esta vez?
                  I-               Nada, que mi bisabuela ha muerto hace una semana.
                  P-              Y pensar que haces todo esto por pensar en un chico que no conoces.
                                  Isa deberías olvidarlo, es que no tienes ni siquiera una foto de él.
                   I-           ¡Eso es! ¡una foto!
                  B-           ¿Una foto?
                  I-              Ángela a ti lo de dibujar se te da bien ¿verdad?
                  A-            Sí, claro ¿por qué?
                  I-            ¡Pues porque quien dice una foto dice un retrato robot!
                  P-          ¿Qué estás maquinando?
                  I-           Muy sencillo,  yo le describiré a Ángela cómo era el chico y ella hará un   
                               retrato robot. Luego se lo enseñamos en todo los cursos, y listo. ¡Lo         
                               encontraré!
                 A-          Por supuesto como soy toda una pintora. Seguro que lo reconocen.
Todas nos empezamos a reír. La verdad es que cuando Ángela quería, era muy graciosa.
Ángela empezó a ponerse manos a la obra. Yo se lo describí en el recreo, y ella se pasó las otras cuatro horas de clase dibujándolo y rematándolo. Al final del día me entrego el dibujo:




         A-                  ¿Bueno te gusta?  ¿Se parecen un poquito aunque sea?
         I-                    Ángela solo te diré 2 palabras: ¡Es perfecto!
Todo marchaba según lo planeado, al día siguiente sin falta empezaría a buscarlo.

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