sábado, 31 de diciembre de 2011

Capítulo 23

A-          Bueno, ¿y tú que opinas?
I-            ¿Yo?
B-           ¡No, el vecino! Pero, ¿con quien te crees que estamos hablando?

Mi cabeza estaba completamente apartada de la conversación, sencillamente no tenía ganas de escuchar lo que me contaban, y mucho menos opinar sobre cosas que ni siquiera me importaban. Normalmente no suelo ser así, de hecho soy la clase de persona que se centra especialmente en los problemas de los demás, y aconseja sin que ni siquiera se lo pidan. Lo que ocurre es que no me encontraba en una situación en la que me consideras lo suficientemente fuerte como para soportar ni siquiera mis propios problemas…

A-          ¿Se puede saber que te pasa?
I-            Nada…
B-           Ya, ¡claro!
I-            No entiendo porque lo decís…
A-           Por nada claro, son imaginaciones nuestras… De verdad que tontas somos.
B-           Sí hasta Samuel, lo ha notado.
I-            Pues no entiendo porque.
A-          ¿Quieres que te redacte  una lista?
B-           Venga Ángela no te pongas así…
A-           Pero Blanca, ¿no estas viendo que nos esta tomando por idiotas?
B-           Isa sabes que puedes contárnoslo… ¡Somos de confianza!
A-           Y todo tiene solución hasta lo que parece mas grave…
I-              A sí?        ¿Todo, todo   tiene  solución?   Pues no   tenía ni idea que pudieras
               resucitar a la gente…

Había explotado. Sin querer empezaron a derramarse lágrimas de mis ojos… Pero yo no quería llorar como una debilucha, simplemente quería que ese día pasara lo más rápido posible y olvidarlo todo.

Ángela y Blanca se encontraban a mi derecha, ninguna de las dos sabían que hacer, solo se miraban perplejas pensando como debían actuar ante aquél comentario.

En ese preciso momento sentí una extraña sensación, como que alguien me rodera con sus brazos con todas sus fuerzas. Se parecía tanto a sus abrazos… Pero tal y como pensaba solo fue una sensación, dado a que cuando me gire no había nadie detrás mio…

Salí al pasillo con el fin de poder desahogarme en el baño, sin miradas incomodas a mi alrededor. En ese momento mis ojos inflamados, de haber llorado, se cruzaron con los ojos asombrados de Luisen. Nada mas verme se acercó y me dio un abrazo. Sin poder evitarlo volví a comenzar a llorar incontrolablemente. Hacía muchísimo que no sentía un abrazo. Incluso esto me mostraba una pequeña posibilidad de que todavía me tenía cariño y todo…

Me parece que ha llegado el momento de contaros el motivo por el cual nuestra relación se enfrío durante unos meses. Luisen es uno de mis mejores amigos, es mi “tato”. Pero lo cierto es, que aunque ahora seamos amigos, hace tan sólo unos meses fuimos novios. La típica pareja que van dados de la mano, mientras pasean, o que comparten un helado…

Pero lo nuestro termino, porque ambos, nos fijamos en  otras personas que considerábamos mejores, cómo relación futura. Él por una chica de 2º de Bachillerato de nuestro mismo instituto, con la que en un pasado estuvieron a rollos, y yo, por Diego.  Aunque la verdad, lo mas gracioso de la relación que tenía con Luisen, era evitar que nadie del instituto se enterara de que estábamos juntos. No por nada simplemente por los posibles rumores, a de más que ha nadie le interesaba nuestra vida.

 No me gustaría que pensarais que nos distanciamos por  que no quisiera uno que nadie lo supiera y el otro estuviera en contra, o simplemente por cortar la relación. La verdadera razón es que cuando Luisen comenzó a salir con la chica de segundo, Blanca, una chica realmente guapa, con un pelo rizado precioso, le sugirió sutilmente que era mejor que durante un tiempo no me viera.

L-           Isa, por favor, no llores, sabes que siempre, siempre me tendrás ahí. ¿Para algo
              soy tu tato no?

En ese momento sonó el timbre. El fin del recreo había llegado y junto a él una clase con Dolores.

L-           Bueno Isa, me tengo que ir. Y por favor no estés mal. Si necesitas algo tienes
              mi número.

Me dio un beso y salió corriendo en dirección a las escaleras. Me dirigí a mi clase. Nada más entrar comenzó mi interrogatorio.

B-           ¿Cuándo piensas contarnos todo lo que paso?
I-            No sé
A-          Al menos dinos quien es. Perdón… era. Y que le paso.  
I-            ¿Queréis que os diga quien era?
B-           ¡Sí!
I-             Pues era mi mejor amigo…
A-           ¡Dios!
B-            ¿Y que le pasó?
I-             ¡Se suicido!

sábado, 24 de diciembre de 2011

Capítulo 22

S-          Isabel, ¿Te pasa algo?
I-          No, Samuel de verdad´
S-          Sé que soy tu profesor, pero si te pasa algo, aunque no 
             sea del colegio, puedes contármelo.

El que me estaba hablando era mi profesor de matemáticas, Samuel. Si no me equívoco, ya os lo he mencionado en alguna otra ocasión. Cómo ya os abre dicho junto a Julia, es mi profesor favorito. Su aspecto es la de padre que todo adolescente querría. He de reconocer que en pocas ocasiones, por no decir ninguna, le he visto enfadado. Lo mejor de él es que sabe dar clase y tiene mucha paciencia con todos nosotros. Definitivamente es un buen profesor.

I-           Muchas gracias, Samuel, de verdad, pero son chorradas 
              de adolescentes.
S-          Bueno, si no lo consideras importante, de acuerdo, pero 
              si necesitas hablar conmigo, solo dímelo. Y ahora vete, 
              que no llegas a la próxima clase.

Una vez que me despedí de Samuel, comencé a subir esas cansadas escaleras. Después de unos segundos de descanso abrí la puerta de mi izquierda, para salir al patio.  Nada mas salir por esa puerta me encontré con Ángela y Blanca esperándome.

A-          ¿Qué quería Samuel?
I-            Nada, solo estaba preocupado, por si me pasaba algo.
A-          ¡Fíjate! Sí al final no van a ser imaginaciones nuestras.
I-            ¿De que hablas?
B-            Habla de que estas muy rara, y que estamos cansadas 
                de que nos des largas con que no te pasa nada.
I-            ¡Es que no me pasa nada!
A-           Venga Isa, enserio, ¿Qué te pasa?
B-          ¿Es por lo que te ha dicho Yonathan? No le hagas caso. 
              En el fondo no lo hace con mala Fe. Sencillamente es un  
              cotilla.
A-         Blanca, no creo que sea por lo de Yonathan porque lleva 
                así, ya, varios días.
I-            ¡No es por eso! Es que vosotras no lo entendéis…
B-           ¿Cómo vamos a entenderlo si no nos lo explicas?
A-           Vamos Isa, explícanoslo. Intentaremos ponernos en tu 
                situación.
I-             Son tonterías… A parte aunque os lo explicara no lo 
                llegarías a comprender. Ni siquiera poniéndoos en mi 
                lugar
B-           A ver Isa ¿pero no ves como estas? Por tonterías no te 
               pones así.
I-            Vamos a clase, anda.

Comenzaba a estresarme realmente, así que decidí comenzar a aumentar el ritmo. Porque así conseguiría llegar pronto a clase y me dejarían de dar la lata. Poco a poco las iba dejando más atrás, hasta que finalmente estaba tan lejos, que ya no oía sus gritos, esos gritos que no paraban de decir mi nombre.

Llegue a clase y me quité esa mochila que me estaba destrozando la espalda. Pero el abrigo me lo deje puesto, pues en esa clase cada día que pasaba hacia más frío. Me senté en mi sitio y saque del interior de la mochila los apuntes de religión. Quería que este día ya se acabara. Apoye la cabeza en la mesa y cerré los ojos, deseaba que cuando los abriera estuviera en mi cama, con la música del despertador de fondo, mi peluche al lado  y con otro mes en el calendario.

En ese preciso momento una mano toco mi cabeza, revolviendo mi pelo. Se trataba de Hernandez. Estaba claro que la clase de Religión tenía que comenzar y no había tiempo para sueños.

-          Señorita la hora de dormir se ha acabado. Ha llegado el momento de empezar la clase.

Me retire de encima de la mesa y me gire a mi derecha. La mesa de Patricia seguía vacía al igual que estos días anteriores. Comencé a mirar la pizarra, el titulo escrito en ella era “El amor”, un tema que para nada era acertado para mí. Debido a la poca motivación que me mostraba el tema, saque un folio blanco de mi carpeta, le cogí un bolígrafo bic azul a Ángela, y deje que empezara a volar mi imaginación. Empecé a escribir historias que me gustaría vivir en este momento, en vez de estar dando clase. Definitivamente sería una autentica aventura entrar en una pirámide.

En ese momento el sonido del timbre me despertó de mi sueño. Al fin la clase había terminado. Lo malo era que todavía quedaba una hora para el recreo y la verdad no tenía fuerzas, y mucho menos para una clase de filosofía con Ramón. Cada minuto que pasaba contener mis lágrimas era mucho más difícil.

-          ¡No soy débil! ¡Soy fuerte!

Me decía una y otra vez con la esperanza de conseguir fuerzas para evitar un llanto incontrolado. Ángela y Blanca se encontraban a mi izquierda, comenzaron a mandarse notitas por posits, pero sinceramente no le di la mayor importancia. Lo mas probable es que hablarán de mí y ¡Lo sé! Pero en ese momento tenía cosa más importante pasando por mi cabeza.