miércoles, 13 de julio de 2011

Capítulo 18

Llegué a casa alrededor de las 22:25, una hora que se puede llegar a considerar temprana, teniendo en cuenta que la clase de kárate acaba a las 21:30. Y es que entre las charlas, vestirnos, cotillear… Lo raro es llegar pronto a casa. Aunque ese día más que nunca quería estar en casa lo antes posible. ¿Qué por que?
Pues por el sobre que había encontrado en mi mochila, pensaréis que lo podría haber abierto en el vestuario, de hecho estuve a punto de hacerlo, pero justo cuando lo iba a abrir, una de mis compañeras se percató del sobre que estaba entre mis manos.
-          ¿Qué es eso pillina?
Se trataba de Alba una de las grandes amigas que tengo. Cómo describírosla… Es una chica un pelín más bajita que yo. Tiene el pelo es castaño, aunque en una época no tan lejana llevo mechas rubias, azules y rojas. Sus ojos son muy grandes y oscuros. Es una chica muy extrovertida y la verdad está como una regadera. Pero os puedo asegurar que es una de las mejores personas que conozco, no es rencorosa, siempre que es necesario ayuda… De hecho puedo asegurar que como ella hay pocas y por ello la quiero.
 I-           Nada, Alba. ¡Una chorrada!
 A-           Ya, ya… ¿Un admirador secreto tal vez?
 I-           Anda,  Alba ¡calla! ¡No digas chorradas!
 A-          Si te pones roja será por algo…
I-           ¡Sí! Porque eres una tonta y como tal dices tonterías. 
A-           Tranquila, era una broma… ¿Irás a la quedada del sábado?
 I-          No sé…
A-           Ira Diego…
I-           ¿Y…?
A-           Por Dios, Isa, todos sabemos lo que ocurrió entre vosotros…
I-           A veces los rumores no son ciertos y aunque fuera cierto, el pasado es el pasado. Bueno
              me voy a coger las cosas de la taquilla que quiero llegar pronto a casa.
Le di un fuerte abrazo a Alba, cogí el abrigo y me marche fuera… Efectivamente Alba no se había equivocado al igual que todo kárate. Lo que pensaban era cierto, entre Diego y yo había pasado algo, algo que nunca volvería a pasar.
Estaba guardando las cosas que tenía en la taquilla cuando Leo me dio un grito. Leo es una persona que tiene un corazón que no le cabe en el pecho. ¡Es un buenazo! Alguien de plena confianza. Leo físicamente es muy moreno, de pelo negro; por cierto, hace 2 semanas se quitó sus melenas. Y tiene unos ojos increíblemente oscuros.
I-           ¡Ya voy Leo, ya voy!
L-            Ya voy ¡no! ¡ ven ya!
A la salida solemos esperarnos un gran número de karatekas que vivimos más o menos cerca. Solemos ir juntos: Víctor, Iván, Leo y algunas veces Diego aunque vive muy lejos de nuestra casa. Últimamente venía con nosotros más a menudo  con el fin de acompañarme hasta la puerta  de mi casa, lo extraño de esto es que cuanto más pasaba de él más caso me hacía…  Si os soy sincera, Diego me encanta, aunque por el momento es mejor que no lo sepa.
Después de un camino de risas, bromas y guasas llegué a mi casa junto a Diego, le di dos besos  y entre a toda velocidad por la puerta principal.
Una vez en casa, acomodé la mochila en el suelo, di dos besos a mi padre y a mi hermano; fui a la habitación de mi madre. Desde el pequeño accidente, que ella no recordaba, había tenido una enorme molestia en el pie y la pierna. Como yo había supuesto y un médico me había confirmado se trataba de una rotura de fibras. Bajé las persianas, la tapé, y le di un beso en la frente. Una vez hecho esto me dirigí a mi cuarto. Allí me quité el abrigo, le colgué, me quité la ropa, me puse el pijama… Abrí la mochila y saque de ella todo lo que me impedía coger el sobre: el karategui, lo guantes, el bucal… Una vez sacado todo esto me dispuse a coger el sobre del fondo de la mochila.