lunes, 28 de febrero de 2011

Capítulo 6


CAPITULO 6
Me encontraba echada en mi cama. Sería alrededor de las 6 de la tarde, todavía no podía creer lo que nos había dicho Lourdes, hacía tan solo unas horas.
Su contestación había sido un sí. En ese momento todas nos habíamos quedado petrificadas. Alguien que sabía algo de él. No  podíamos ni imaginarlo.
P- ¿Pero de qué lo conoce?
LS- ¿Es obvio, no? Hace 20 años, estuvo en mi clase, aquí en este mismo instituto. Y la verdad es que era perfecto y todas las de clase estábamos loquitas por él. Pero, por desgracia, el chico estaba enamorado de una tal… Sofía… Nerea… María… ¡Laura! Eso es ¡Laura!
Todas nos miramos perplejas, nos quedamos anonadada y sin saber qué decir, ese chico no aparentaba más de nuestra edad era imposible que tuviera 36 o 37 años.
A- ¿Y quién era esa Laura?
LS- Según él, su amor platónico, siempre decía que estaban muy enamorados. Pero aunque yo no la conocí, estoy segura de que ella no le quería. Él se pasó muchísimos días llorando por ella, y se pasaba todo el día mirando por la ventana, como que esperara una señal o algo.
En ese momento ninguna dijo nada, no podíamos decir ni una sola palabra. No podíamos comprender cómo aquello era posible. Aunque se echara una crema milagrosa de las que salen en la tele, no podría parecer que tenía 16 años. Incluso imaginándolo ¿qué hacía por los pasillos del instituto? No era un profesor, ya que nosotras conocíamos a todos de sobra…
LS- ¿Por qué preguntáis por él? ¿Lo conocéis o algo?
Por suerte, fui la primera en racionar.
I-  Resulta que estábamos en la biblioteca, mirando los libros de bachillerato, cuando de uno de ellos se cayó este dibujo. Y nos pareció tan guapo, que queríamos conocerlo. ¿No sabrá nada de él? ¿Verdad?
LS- Lo último que se de él, es que se mudó. Todas le dimos nuestra dirección, pero nunca tuvo ninguna noticia suya.
P- ¿Y por qué se fue?
LS- La verdad, nunca lo supimos. Según él fue porque a su padre le habían mandado a trabajar a otra ciudad. Aunque yo sigo opinando que fue por la muerte de aquella chica.
A-   ¿Quiénes eran sus padres?´
I-  Ángela ¡Por favor! Lo que realmente queremos saber es quién era esa chica y qué fue lo que le ocurrió.
LS- A sus padres nunca llegamos a conocerlos, nuca vinieron a las reuniones de padres, ni a presentaciones, ni siquiera el día de presentación. Y respecto a la chica, era de nuestra clase y la única con la que él se relacionaba. Nunca nadie supo qué fue lo que ocurrió. Cuando la encontraron tenía la especie de dos pinchazos en el cuello. Aunque le hicieron análisis y lo investigaron, no descubrieron nada. El caso, al cabo de unos meses, se cerró, al  haber solo pruebas inconcluyentes.
I-  ¡Qué fuerte! ¿Y, por curiosidad, el chico cómo se llamaba?
LS- Sinceramente, no lo sé. Aunque todos le llamaban H2O, porque todos le veían pero nadie sabía qué escondía.
En ese instante el bedel se nos acercó, para decirnos que eran ya las 3:30 y tenía que cerrar el instituto. La secretaria, al oírlo cogió su chaqueta,  se despidió con la mano y se marchó rápidamente.
Nosotras cogimos las mochilas y nos fuimos a casa sin apenas decir una palabra, todo lo que nos acababa de contar era completamente surrealista.
Aunque hay una cosa que tengo muy clara, pienso descubrirlo ¡Todo! 

viernes, 25 de febrero de 2011

Capítulo 5


Al fin, sonó el despertador. Había pasado casi toda la noche en vela. Tenía la sensación  de que algo iba a ocurrir y no me dejaba dormir. Tenía una especie de pinchazos en el estómago que me iba subiendo hasta la cabeza; siempre que la tenía ocurría algo a mí o a mi alrededor. Ya, sé lo que estáis pensando, que menuda tontería. No me importa es lo que me sucede y considero que tengo que expresar no solo lo que pasa, sino también lo que siento.
Una vez que me levanté de la cama, fui al baño me lavé la cara con agua bien calentita, y cuando volví a la habitación, empecé a revolver dentro de la mochila. Filosofía, lengua, inglés…
-¡Aquí estás!
Un grito de emoción había salido de mí, al encontrarlo.
Tenía un dibujo de Ángela entre las manos, seguía ahí. Tenía miedo de que hubiera desaparecido, y todo hubiera sido un simple sueño.
Lo guarde, cerré la mochila y me dirigí al armario. Busqué algo que ponerme, pero no había nada que me pareciera aceptable. Era feo u hortera, o pasado de moda, o sencillamente anti ponible. Después de mucho pensar me decanté por un vaquero, con rotos azul oscuro, y un jersey rayado, de rayas blancas, rojas, grises, negras y plateadas.
Una vez vestida, me puse unos playeros negros y rosas que hacía como un año que no me ponía. La primera y última vez que me los puse fue en las fiestas de Valladolid, porque pegaban con la ropa de peñas.
Me puse el abrigo, cogí la mochila y empecé a bajar por las escaleras. Abrí la puerta de la calle y…
-          Mª Isabel Santos de la Fuente ¿A dónde se cree que va usted, sin desayunar?
La que me llamaba por mi nombre y mis dos apellidos se trataba era de mi madre. Tiene un ligero sobrepeso, por todo lo que nos ha pasado a mi hermano y a mí respecto a la salud. Tiene la cara redonda, los ojos muy oscuros y un poco achinados. Su tez es blanca aunque más morena que la mía y el pelo, oscuro y ondulado. Lo de que digan el nombre y los apellidos es una cosa muy típica de todas las madres cuando están enfadadas.
-          Mamá no llego a clase; además, me duele el estómago, así que ¡me voy ya!
Salí por la puerta, y me dirigí hacia clase con el ritmo de “el canto del loco” sonando en mi mp4.
Me reuní con Ángela en el cruce de siempre.
       I-       Tía, hoy lo encontraré ¡estoy segura!
A-      Isa, por si acaso, no te hagas muchas ilusiones.
       I-        ¿Yo? ¿Ilusiones? ¡Qué va!
Seguimos por el camino hablando de clases, profesores, exámenes…  hasta encontrarnos con Patricia en la pared tatuada.
P-         Chicas, llego el día.
A-        Sí, llegó el día de morirnos de vergüenza.
I-          Ángela, no seas vergonzosa; seguro que nos lo pasamos  genial y conocemos a un     
            montón de chicos . (Le guiño dos veces el ojo y le doy un codazo.)    
Las tres, riéndonos, nos dirigimos a clase. Hoy iba a ser un día grandioso.
A primera hora nos tocó clase de química con Dolores; fue bastante aburrida, como siempre. La mujer es bastante buena persona, lo que pasa es que no consigue explicar la materia, se le da fatal y eso que se esfuerza.
A segunda, filosofía con Ramón; resumiéndolo, es filosofía.
Y a tercera, ingles con Alonso (el profesor que da más miedo de todo el instituto). Fue una clase bastante terrible como de costumbre.
Pero por suerte, llegó el recreo, cogimos las mochilas y el dibujo de Ángela. A partir de ese momento empezamos a preguntar a todo el mundo que veíamos. Pero las contestaciones de todos eran siempre las mismas.
-          No lo conozco
-          Me suena... pero no sé quién es
-          ¡Hala, qué bueno está! ¿Quién es?
-          ¿Ese quién es?
De repente sonó el timbre, y mis esperanzas se fueron con ese sonido. Yo estaba bastante baja de moral. En cambio, Patricia y Ángela  estaban saltando y riéndose de la alegría. Algunos de los chicos a los que preguntamos nos habían preguntado nuestro nombre, incluso nos habían pedido el tuenti. Además, uno de ellos era el amor secreto de Ángela.
      P-     Venga Isa no estés mal
      A-      Eso que sí no nosotras también nos ponemos mal.
     I-         Ya…
     P-        Venga, Isa, ese chico es imposible encontrarlo.
      A-    Además con los chicos tan guapos que hemos conocido no necesitas a ese.
      I-      Sí, necesito encontrarlo. Él es especial.
Cogí el dibujo y empecé a mirarlo... Ese chico era tan perfecto... Aunque claro en mi recuerdo era mucho más perfecto.
-          ¿Por qué no preguntas en secretaría?
Se trataba de Yonathan, un personaje un tanto peculiar. Es delgadito, tiene el pelo castaño y lo lleva de punta. Sus ojos son marrones y tiene una estatura media. Yonathan es mi compañero de clase, de karate y un gran amigo. Aunque hay que reconocer que es un poco cotilla y charlatán.
      I-      ¿Perdona?
     Y-      Os he estado escuchando, si buscáis a ese chico, preguntad en secretaria. Allí guardan
              las fichas de todos los alumnos y, por lo tanto, la clase y curso al que va cada uno.
     I-      Tienes toda la razón. ¡Gracias Yonathan!
     Y-     Tranquila, luego me cuentas quién es, me invitas al kiosco y en paz.
     I-       ¡Serás caradura!
      Y-     Sí… sí… Pero recuérdalo.
Yonathan se sentó en su sitio justo cuando entró Julia, la profesora de lengua. Después de otras dos horas más, acabaron las clases. Las chicas y yo recogimos todas las cosas lo antes posible. Bajamos a secretaría y nos asomamos a la ventanilla. No se veía a nadie.
-          Perdone, secretaria, por favor.
Se acercó a la ventanilla una señora que tendría alrededor de 34, 35 años. Su pelo era rizado y rojo como el fuego (era un peinado peculiar, pero bonito). Sus ojos eran muy grandes y verdosos. Iba un poco maquillada, llevaba el eyer linner por encima del parpado, Se había puesto colorete rosado y llevaba uno labios rojos. De ropa lo único que se le podía ver era una camisa blanca de la marca Purificación García.
     LS-         Hola chicas, me llamo Lourdes, ¿qué es lo que necesitáis?
     I-            Veníamos, a ver si le podíamos hacer una pregunta, siempre que tenga tiempo,
                    claro.
     LS-          ¡Por supuesto! Preguntad libremente.
Saco el dibujo de la carpeta que llevo en la mano y se lo enseño.
     I-             ¿Le suena de algo este chico?
La secretaria coge el dibujo, lo mira durante unos minutos, y sonríe.
LS-            ¡Sí!

jueves, 24 de febrero de 2011

Capítulo 4


Hacía ya, 2 semanas desde aquel día. No había sabido nada de él, desde nuestro pequeño tropiezo. Cada día que pasaba perdía más la esperanza. Aunque una cosa estaba clara, no me iba a rendir tan fácilmente.
-          ¡Isabel!  ¿me estás escuchando?
Se trataba de mi profesor de filosofía y tutor Ramón. Es una persona un tanto peculiar, tendrá alrededor de 38 años, está bastante delgado, tiene el pelo corto, rizado y es rubio. Suele llevar una barba de 3 días.
Todos sus alumnos pensamos que se le ha ido un poco la pinza, aunque, claro, tanta filosofía no le hace bien a nadie. De hecho, estoy segura de que si yo hubiera estudiado su carrera, ahora mismo estaría en el Psiquiátrico.
Hoy me estaba echando la bronca, como todos los días desde hace una semana.
-          ¡Isabel, llevas una semana en las nubes! Todos los profesores me han dicho que no los escuchas, que ni siquiera los miras y muchísimo menos haces los deberes. Sabes perfectamente que en primero de bachillerato hay que estar muy atento, porque si no acabarás suspendiendo y repitiendo. Y todo porque has querido. Si vemos que no mejoras, acabaremos avisando a tu madre.
No debía de haber entendido bien ¿cómo, que avisarían a mi madre?, justo cuando quedan dos días para la fiesta sorpresa de Blanca. Tenía que hacer algo para que eso no ocurriera.
                    I-         Profe, por favor no diga nada a mi madre, es que ahora no está para  
                               disgustos, murió mi bisabuela hace 1 semana ¿sabe?, y ninguno de la familia
                                está muy bien. Pero, le prometo que me esforzaré mucho a partir de ahora.
                   R-         Vaya,  lo siento mucho, llamaré a su madre para darle el pésame.
                   I-         ¡No, eso no!
                  R-         Pero ¿por qué? ¿Acaso, me oculta algo?
                  I-          Por supuesto que no. Pero es que a mi madre le está costando superarlo y lo
                              que menos necesita ahora, es  que se lo recuerden. Así que, si me pudiera 
                               hacer el favor de no molestarla, se lo agradecería mucho.
                  R-         De acuerdo, pero una queja más de cualquier profesor y, sintiéndolo mucho,
                              llamaré a sus padres  ¿Queda claro?
                  I-           Sí, muy claro.
Por suerte, la bronca de hoy ya había acabado y me fui a donde estaban las chicas.
                  I-                Han estado a puntito de pillarme.
                  A-              ¿Qué le has contado esta vez?
                  I-               Nada, que mi bisabuela ha muerto hace una semana.
                  P-              Y pensar que haces todo esto por pensar en un chico que no conoces.
                                  Isa deberías olvidarlo, es que no tienes ni siquiera una foto de él.
                   I-           ¡Eso es! ¡una foto!
                  B-           ¿Una foto?
                  I-              Ángela a ti lo de dibujar se te da bien ¿verdad?
                  A-            Sí, claro ¿por qué?
                  I-            ¡Pues porque quien dice una foto dice un retrato robot!
                  P-          ¿Qué estás maquinando?
                  I-           Muy sencillo,  yo le describiré a Ángela cómo era el chico y ella hará un   
                               retrato robot. Luego se lo enseñamos en todo los cursos, y listo. ¡Lo         
                               encontraré!
                 A-          Por supuesto como soy toda una pintora. Seguro que lo reconocen.
Todas nos empezamos a reír. La verdad es que cuando Ángela quería, era muy graciosa.
Ángela empezó a ponerse manos a la obra. Yo se lo describí en el recreo, y ella se pasó las otras cuatro horas de clase dibujándolo y rematándolo. Al final del día me entrego el dibujo:




         A-                  ¿Bueno te gusta?  ¿Se parecen un poquito aunque sea?
         I-                    Ángela solo te diré 2 palabras: ¡Es perfecto!
Todo marchaba según lo planeado, al día siguiente sin falta empezaría a buscarlo.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Capítulo 3


Sonaba de fondo la música de Maldita Nerea, aunque yo no me percataba ni de cuál era tan siquiera la canción que sonaba. Estaba más centrada en que el traductor terminar de cargar, y me dijera que significaba aquello.

No podía parar de mirar la pantalla del ordenador ¿Se trataría de una novela? Evidentemente sí, si no,¿ qué otra cosa podría ser?
Esto hizo que perdiera completamente el interés por ese libro tan viejo, solamente había descubierto que le gustaba leer, ¡vaya una cosa! aunque gracias a eso, le conocería, y quién sabe, a lo mejor gracias a eso me casaría con él, compraríamos una casa y…
-          ¡Deja de soñar con príncipes imaginarios!
Alguien acababa de hablar a mi espalda, me giré, y tal y como había imaginado, era Patricia. Llevaba un pantalón vaquero, una camiseta blanca con una niña dibujada, unas botas azules de blanco y su piruleta. Se había echado también un poco de gloss en los labios. Estaba guapísima. Se suponía que había quedado con ella a las 7 para estudiar Filosofía.
           I-           ¿Pero, qué haces tú aquí? Si todavía no son las 7, ¿no?                
P-          Tienes toda la razón, no son las 7, son las 7:15. ¡Anda, que no saber ni la hora!
           I-            ¡Tonterías tuyas! Por cierto, ¿sabes que se llama antes de entrar?
          P-           He llamado a la puerta, pero como siempre andas metida en tus pensamientos…    
                         Claro, que también puede haber sido esa música a todo volumen.
  I-             También, también. Esa música que tengo a todo volumen y te gusta tanto.
Patricia soltó una pequeña carcajada, me dio un golpe en el hombro, dejó la mochila y se sentó en mi cama.
   P-            Bueno, ¿has hecho ya el trabajo de religión?
          I-              ¿Trabajo de religión? ¿Para cuándo?
         P-              Para mañana, claro. Pensé que lo sabías.
         I-               ¡Jobar, y ni lo he empezado!
        P-              A ver, yo te ayudo no te preocupes… Pero,  ¿se puede saber qué llevas haciendo
                          toda la tarde?  ¿Qué pasa, todavía sigues obsesionada con el chico de esta
                          mañana?
        I-                No, tía, lo que pasa es… que me he encontrado un libro súper extraño en la
                          mochila que es de ese chico, y parece viejo, y no se abre, y …
       P-                Isa, qué imaginación tienes, de verdad.
Al ver que Patricia no me creía, mis nervios empezaron a aumentar, y fui a donde estaba mi mochila, la abrí y saqué el libro y se lo di a Patricia. Patricia lo cogió con dos dedos, puso cara de asco y lo tiro al suelo y  después se sacudió las manos.
        P-             ¡Isa, deja de pensar en tonterías, en soñar con cosas imaginarias y olvídate ya de
                         ese chico que no conoces!
         I-              ¡Tienes razón mañana lo buscaré y lo conoceré!
         P-             Pero… ¡Si, yo no he dicho eso!
         I-               Ya, pero es que si fuera por ti, no conoceríamos a nadie.
        P-               Venga, para de decir tonterías ¿Que vas a hacer, preguntar por el por todo el
                          instituto?
       I-                Ojalá, pero no sé su nombre. (Recojo el libro y sonrió). Además, seguro que
                         mañana se presenta para recuperar su libro.
       P-              Si tú lo dices…
Coloqué el libro en el escritorio. Y Patricia y yo comenzamos en serio con mi  trabajo de religión. Había una cosa de la que estaba segura, ya fuera por su parte  o por la mía, el chico de la mirada penetrante y yo nos conoceríamos.

martes, 22 de febrero de 2011

Capítulo 2

Me encontraba en mi habitación, eran al rededor de las 4:30 de la tarde y estaba  sentada sobre mi silla mirando a la pantalla del ordenador. Estéticamente mi cuarto no es una habitación del otro mundo.  Las paredes están pintadas de un color rosa palo con una cenefa de lazos fucsia. La ventana se encuentra en la pared de fondo; esta tapada por 2 cortinas una de fondo blanca trasparente y otra encima con dibujos de chicas, frases y teléfonos móviles. A la derecha de la ventana se encuentra mi mesa de escritorio de color amarillo y lógicamente en ella esta el ordenador. Con la pequeña peculiaridad, de que la pantalla es rosa. Tras la mesa de escritorio se encuentra la cama. Se encuentra tapada por una colcha de color rosa que a su vez se encuentra tapada por un montón de peluches de todo tipo.
Apague la pantalla del ordenador una vez que vi que el ordenador estaba apagado, cogí la mochila de encima de la cama y la abrí,  esperando coger los apuntes para para poder pasarlos a limpio. No podía creer lo que veían mis ojos, entre mis libros había un libro un tanto peculiar, era muy pequeño,  pero pasaba como si tuviera 1000 páginas.  Tenía una pasta muy dura, tanto como el hierro.  Sobre su portada había como unas letras, pero era tan antiguo  que no se podía leer con claridad. Lo que más me extraño de ese libro es que era imposible abrirlo. Por mucho que lo intenté, no conseguí ni que una página se separara un milímetro.
Ya, cansada de intentarlo, y no haber conseguido nada, dejé el libro sobre la cama y empecé a pensar, cómo ese extraño libro podría haber llegado a mi mochila. Al cabo de unos segundos, me di cuenta, tenía que haber sido él, el chico de la mirada fulminante. Seguramente, al recoger mis libros, el suyo se habría metido por equivocación. Esto tenía una cosa buena y una mala. La buena: con la excusa de devolvérselo,  podría hablar un rato con él. La mala: No tenía ni idea de a qué clase iba, ni cuál era su curso, ni si quiera sabía su nombre. Aunque claro, tenía la esperanza de verlo algún día de clase por el pasillo, pero no tenía ni idea de lo equivocada que estaba.
Después de terminar de aclarar mis  ideas, decidí que seguramente, si conseguía abrir el libro, descubriría algo más de ese chico tan misterioso.  Así que me lancé a la cama de un brinco. Cuando lo tuve entre mis manos de nuevo, me di cuenta de que si, anteriormente no lo había conseguido abrir, ahora eso no habría cambiado.
 Así que decidí empezar a usar la lógica.  A lo mejor  podría tener una especie de cierre secreto, o “mágico” como diría mi hermano. Pero no, después de revisarlo y volver a revisarlo, no encontré nada. No comprendía cómo era posible que no se abriera si solo era un libro. Estuve reflexionando un rato y llegué a pensar que podía ser como los diarios que veía en la tele, durante los típicos anuncios publicitarios, esos que funcionan con voz.
Pero pensándolo mejor, no era del todo lógico, porque su aspecto no era ni moderno, ni tecnológico, ni siquiera sus hojas eran del papel de ahora. Y con la suciedad que tenía, no es exagerar el decir, que podría tener unos 100 años.
De repente, una idea pasó por mi cabeza: ¿Y si limpio el libro, consigo leer el título y lo busco en internet? Me pareció la única idea adecuada. Así que salí de mi habitación, bajé corriendo las escaleras y me dirigí a abrir un armarito pequeño, que hay en el comedor, para coger un trapo del polvo y un producto que servía para dar brillo. Una vez cumplida mi misión, volví a mi habitación.
Cogí el producto de limpieza, eché un poco en el trapo y empecé a pasarlo por la tapa del libro con cuidado, pero quitando todo lo que tenía encima. Cuando acabé, vi que el título se había borrado. Pero por suerte mantenía la forma de cada letra a causa, de  la profundización de las letras. Con esta profundidad conseguí  leer lo que ponía: liber libri dê mortuus.
Era latín. Me senté enseguida en la silla del escritorio y encendí el ordenador, mientras esperaba,  aproveché para leer las cuatro palabras de nuevo “liber libri dê mortuus” ¿Qué significaría aquello? De repente, la música de que el ordenador se había encendido, me arrancó de mis pensamientos.

Capítulo 1

No sé, cómo empezar esta historia, solo os voy a decir dos palabras, es real. Que no me creeréis, eso ya lo sabemos todos. La verdad es que ni siquiera sé, si este libro llegará a leerlo alguien, pero tampoco me importa demasiado. Necesito explicar esto que me ha pasado y que me parece tan increíble.

Bueno antes de empezar con esta historia, me voy a describir. Me llamo Mª Isabel, aunque desde la cantante de “Antes muerta que sencilla”, prefiero que me llamen Isa.  Tengo 16 años, estoy en primero de bachillerato de ciencias de la salud. Soy blanca como la nieve, mis ojos son muy grandes de color miel, mi pelo es castaño y ondulado,  aunque me queda mejor liso. Estoy un poco rellenita y estoy obsesionada con ello, la verdad.  Mi sueño para el futuro es poder ayudar a la gente, curando enfermedades. Bueno, creo que ha llegado el momento de que empecemos con mi historia.
Todo esto comenzó hace tres meses. En el mes frío de noviembre. Era lunes, un día más de instituto, aunque para mí el peor de todos porque es el primer día de la semana después del fin de semana. Caminaba por las calles prácticamente desiertas a las 7: 33 de la mañana, como otra día más iba con los cascos de mi i-pod nano de color rosa escuchando la canción "No te invite a dormir" de Nena Daconte, con la esperanza de llegar pronto al punto de encuentro, donde quedaba a las 7:45 todos los días con  Ángela.  Ángela es una amiga fantástica. Es rubia, sus ojos son marrones como avellanas, está muy delgada y  es una chica que transmite muchísima alegría con solo verla.
Como otro día más, llegué tarde.  Ahí estaba ella de morros y con la mochila colgada a la espalda. Yo le sonreí  y la saludé con la mano desde la otra acera. En cuanto el semáforo se puso en verde, crucé. Le di dos besos y empezamos a andar. A esas horas solemos hablar más bien poco, porque tenemos un sueño que no hay quien nos haga  decir palabra.

Entramos a clase justo cuando sonó el timbre. Nuestra clase es  la más pequeña del instituto. Es toda de madera, porque unos años atrás  fue una capilla. Al lado de nuestras mesas estaban Patricia y Blanca saludándonos con una sonrisa. Patricia y Blanca son dos más de nuestro grupo. Las cuatro juntas formamos el grupo de las P.I.B.A.$ . Patricia es un poco morenita, sus ojos son marrones como los árboles. Su pelo es un poco más castaño que el mío y tiene un tipazo. Blanca es un poco bajita tiene, un buen cuerpo, tiene el pelo negro y lleva gafas. Sus ojos son marrón intenso, aunque bonitos. Se caracteriza por ser la más lista del grupo, siempre nos saca de los apuros. Las cuatro juntas somos inseparables, aunque solo haga 2 meses que nos conozcamos. Antes de que llegara el profesor nos dimos todas dos besos y nos sentamos en nuestros sitios.

Riiiiiiiing, Riiiiiiiing
El sonido del timbre  nos dio la señal de que por fin éramos libres, aunque solo fuera por media hora.  La hora del recreo es la más deseada por todos, pero sobre todo por nosotras, es el tiempo de cotilleo y la verdad, se suele hacer bastante corto, por desgracia. Pero ese día, en vez de quedarnos en clase  con Blanca, decidimos dar una vuelta y de paso hacer una parada en el quiosco. 
Estábamos  bajando las escaleras, cuando alguien chocó conmigo. Alguien extrañamente guapo y que estaba segura de que nunca había visto por allí, porque si no, no me habría olvidado de esa cara. Y sobre todo de esos ojos tan… tan negros  y penetrantes. Nunca olvidaré esa primera palabra que salió de su boca, en cuanto chocamos  y empezó a recoger mis libros.
-                     - Perdona.
Vale; puede que sea una palabra sencilla, fácil y de hecho es una palabra de lo más normal. Pero en su boca sonaba completamente diferente. Hacía que cada letra significara algo. Era una voz  dulce como la miel, pero a la vez, la enorme seguridad que aparentaba, no me daba una buena sensación,  incluso esto me hizo llegar a creer que ocultaba algo.
Cuando acabó de colocar los libros, se marchó rápidamente. Tan rápido que cuando fui a girar la cabeza para volver a verlo, ya no estaba.
Bajé las escaleras que me quedaban y salí por la puerta. De repente Patricia y Ángela se me echaron encima:
       P-      ¿Pero quién era ese chico tan guapo?
       A-      ¿Le habrás pedido el tuenti no?
       P-      ¿Cuándo nos lo presentas?
Yo estaba completamente aturdida y sin saber qué decir. ¡Pero cómo había sido tan tonta de no haberle preguntado ni cómo se llamaba! La verdad es que en ese momento no podía dejar de mirarle a los ojos. ¡Eran tan negros!
       I-           La verdad es… que… no sé ni su nombre. Y que tampoco él me lo ha preguntado.
       P-           Pero, Isa, tal y como tú eres ¿cómo no vas a haber ni hablado con él?
       I-            Pues no hablando... es que no he podido dejar de mirarlo y me he quedado tonta.
       A-           Vamos, que te ha gustado pero bien (Ángela me guiña un ojo de cómplice.)
       I-             No es eso, es que tenía algo... no sé ¡extraño!
       A-            Tan extraño que te ha dejado tonta perdida ¿no?
       P-            ¡Ah no! que eso ya lo era antes.
Ángela y Patricia empezaron a reírse; al instante se lanzaron a hacerme un ataque de cosquillas. Yo no podía parar de reírme. Por desgracia esto no duró mucho porque el timbre empezó a sonar avisándonos que el recreo había terminado; por lo cual nos tocó regresar a clase. Estas últimas horas se nos hicieron interminables…
Pero después de lo malo llegó lo bueno, el final de un duro día de clase. El momento de irnos a casa, a disfrutar de la suculenta comida que nuestra madre nos había preparado.
Cuando llegué a casa eran las 15:15. Entre en la cocina. En mi cocina el  color que más resalta es el color azul  mar. En el medio hay una gran mesa de color blanco, sobre ella solo estaban mis platos. Todo estaba recogido y el único de toda la familia que estaba era mi hermano David de 9 años, que como casi siempre, estaba jugando a la Play 3.

Le di dos besos al pequeño de la casa y me dirigí a mi habitación. Estaba como todos los días, cada cosa en su sitio, todo esto era obra de mi madre. Sin ella puedo asegurar que en mi cuarto ni una cosa estaría colocada y aseguro y os vuelvo a asegurar que no exagero. Dejé mi mochila en el suelo. Me quité el abrigo y lo colgué detrás de la puerta. Me dirigí a encender el ordenador y a buscar una serie que me pareciera lo suficientemente interesante  para comer.
Al final me decanté por el capítulo cuatro, de la temporada seis, del “Internado”.  Después de dejarlo puesto me dirigí a la cocina, levanté la tapa del primer plato; como me había imaginado, hoy tenía lentejas para comer...