sábado, 31 de diciembre de 2011

Capítulo 23

A-          Bueno, ¿y tú que opinas?
I-            ¿Yo?
B-           ¡No, el vecino! Pero, ¿con quien te crees que estamos hablando?

Mi cabeza estaba completamente apartada de la conversación, sencillamente no tenía ganas de escuchar lo que me contaban, y mucho menos opinar sobre cosas que ni siquiera me importaban. Normalmente no suelo ser así, de hecho soy la clase de persona que se centra especialmente en los problemas de los demás, y aconseja sin que ni siquiera se lo pidan. Lo que ocurre es que no me encontraba en una situación en la que me consideras lo suficientemente fuerte como para soportar ni siquiera mis propios problemas…

A-          ¿Se puede saber que te pasa?
I-            Nada…
B-           Ya, ¡claro!
I-            No entiendo porque lo decís…
A-           Por nada claro, son imaginaciones nuestras… De verdad que tontas somos.
B-           Sí hasta Samuel, lo ha notado.
I-            Pues no entiendo porque.
A-          ¿Quieres que te redacte  una lista?
B-           Venga Ángela no te pongas así…
A-           Pero Blanca, ¿no estas viendo que nos esta tomando por idiotas?
B-           Isa sabes que puedes contárnoslo… ¡Somos de confianza!
A-           Y todo tiene solución hasta lo que parece mas grave…
I-              A sí?        ¿Todo, todo   tiene  solución?   Pues no   tenía ni idea que pudieras
               resucitar a la gente…

Había explotado. Sin querer empezaron a derramarse lágrimas de mis ojos… Pero yo no quería llorar como una debilucha, simplemente quería que ese día pasara lo más rápido posible y olvidarlo todo.

Ángela y Blanca se encontraban a mi derecha, ninguna de las dos sabían que hacer, solo se miraban perplejas pensando como debían actuar ante aquél comentario.

En ese preciso momento sentí una extraña sensación, como que alguien me rodera con sus brazos con todas sus fuerzas. Se parecía tanto a sus abrazos… Pero tal y como pensaba solo fue una sensación, dado a que cuando me gire no había nadie detrás mio…

Salí al pasillo con el fin de poder desahogarme en el baño, sin miradas incomodas a mi alrededor. En ese momento mis ojos inflamados, de haber llorado, se cruzaron con los ojos asombrados de Luisen. Nada mas verme se acercó y me dio un abrazo. Sin poder evitarlo volví a comenzar a llorar incontrolablemente. Hacía muchísimo que no sentía un abrazo. Incluso esto me mostraba una pequeña posibilidad de que todavía me tenía cariño y todo…

Me parece que ha llegado el momento de contaros el motivo por el cual nuestra relación se enfrío durante unos meses. Luisen es uno de mis mejores amigos, es mi “tato”. Pero lo cierto es, que aunque ahora seamos amigos, hace tan sólo unos meses fuimos novios. La típica pareja que van dados de la mano, mientras pasean, o que comparten un helado…

Pero lo nuestro termino, porque ambos, nos fijamos en  otras personas que considerábamos mejores, cómo relación futura. Él por una chica de 2º de Bachillerato de nuestro mismo instituto, con la que en un pasado estuvieron a rollos, y yo, por Diego.  Aunque la verdad, lo mas gracioso de la relación que tenía con Luisen, era evitar que nadie del instituto se enterara de que estábamos juntos. No por nada simplemente por los posibles rumores, a de más que ha nadie le interesaba nuestra vida.

 No me gustaría que pensarais que nos distanciamos por  que no quisiera uno que nadie lo supiera y el otro estuviera en contra, o simplemente por cortar la relación. La verdadera razón es que cuando Luisen comenzó a salir con la chica de segundo, Blanca, una chica realmente guapa, con un pelo rizado precioso, le sugirió sutilmente que era mejor que durante un tiempo no me viera.

L-           Isa, por favor, no llores, sabes que siempre, siempre me tendrás ahí. ¿Para algo
              soy tu tato no?

En ese momento sonó el timbre. El fin del recreo había llegado y junto a él una clase con Dolores.

L-           Bueno Isa, me tengo que ir. Y por favor no estés mal. Si necesitas algo tienes
              mi número.

Me dio un beso y salió corriendo en dirección a las escaleras. Me dirigí a mi clase. Nada más entrar comenzó mi interrogatorio.

B-           ¿Cuándo piensas contarnos todo lo que paso?
I-            No sé
A-          Al menos dinos quien es. Perdón… era. Y que le paso.  
I-            ¿Queréis que os diga quien era?
B-           ¡Sí!
I-             Pues era mi mejor amigo…
A-           ¡Dios!
B-            ¿Y que le pasó?
I-             ¡Se suicido!

sábado, 24 de diciembre de 2011

Capítulo 22

S-          Isabel, ¿Te pasa algo?
I-          No, Samuel de verdad´
S-          Sé que soy tu profesor, pero si te pasa algo, aunque no 
             sea del colegio, puedes contármelo.

El que me estaba hablando era mi profesor de matemáticas, Samuel. Si no me equívoco, ya os lo he mencionado en alguna otra ocasión. Cómo ya os abre dicho junto a Julia, es mi profesor favorito. Su aspecto es la de padre que todo adolescente querría. He de reconocer que en pocas ocasiones, por no decir ninguna, le he visto enfadado. Lo mejor de él es que sabe dar clase y tiene mucha paciencia con todos nosotros. Definitivamente es un buen profesor.

I-           Muchas gracias, Samuel, de verdad, pero son chorradas 
              de adolescentes.
S-          Bueno, si no lo consideras importante, de acuerdo, pero 
              si necesitas hablar conmigo, solo dímelo. Y ahora vete, 
              que no llegas a la próxima clase.

Una vez que me despedí de Samuel, comencé a subir esas cansadas escaleras. Después de unos segundos de descanso abrí la puerta de mi izquierda, para salir al patio.  Nada mas salir por esa puerta me encontré con Ángela y Blanca esperándome.

A-          ¿Qué quería Samuel?
I-            Nada, solo estaba preocupado, por si me pasaba algo.
A-          ¡Fíjate! Sí al final no van a ser imaginaciones nuestras.
I-            ¿De que hablas?
B-            Habla de que estas muy rara, y que estamos cansadas 
                de que nos des largas con que no te pasa nada.
I-            ¡Es que no me pasa nada!
A-           Venga Isa, enserio, ¿Qué te pasa?
B-          ¿Es por lo que te ha dicho Yonathan? No le hagas caso. 
              En el fondo no lo hace con mala Fe. Sencillamente es un  
              cotilla.
A-         Blanca, no creo que sea por lo de Yonathan porque lleva 
                así, ya, varios días.
I-            ¡No es por eso! Es que vosotras no lo entendéis…
B-           ¿Cómo vamos a entenderlo si no nos lo explicas?
A-           Vamos Isa, explícanoslo. Intentaremos ponernos en tu 
                situación.
I-             Son tonterías… A parte aunque os lo explicara no lo 
                llegarías a comprender. Ni siquiera poniéndoos en mi 
                lugar
B-           A ver Isa ¿pero no ves como estas? Por tonterías no te 
               pones así.
I-            Vamos a clase, anda.

Comenzaba a estresarme realmente, así que decidí comenzar a aumentar el ritmo. Porque así conseguiría llegar pronto a clase y me dejarían de dar la lata. Poco a poco las iba dejando más atrás, hasta que finalmente estaba tan lejos, que ya no oía sus gritos, esos gritos que no paraban de decir mi nombre.

Llegue a clase y me quité esa mochila que me estaba destrozando la espalda. Pero el abrigo me lo deje puesto, pues en esa clase cada día que pasaba hacia más frío. Me senté en mi sitio y saque del interior de la mochila los apuntes de religión. Quería que este día ya se acabara. Apoye la cabeza en la mesa y cerré los ojos, deseaba que cuando los abriera estuviera en mi cama, con la música del despertador de fondo, mi peluche al lado  y con otro mes en el calendario.

En ese preciso momento una mano toco mi cabeza, revolviendo mi pelo. Se trataba de Hernandez. Estaba claro que la clase de Religión tenía que comenzar y no había tiempo para sueños.

-          Señorita la hora de dormir se ha acabado. Ha llegado el momento de empezar la clase.

Me retire de encima de la mesa y me gire a mi derecha. La mesa de Patricia seguía vacía al igual que estos días anteriores. Comencé a mirar la pizarra, el titulo escrito en ella era “El amor”, un tema que para nada era acertado para mí. Debido a la poca motivación que me mostraba el tema, saque un folio blanco de mi carpeta, le cogí un bolígrafo bic azul a Ángela, y deje que empezara a volar mi imaginación. Empecé a escribir historias que me gustaría vivir en este momento, en vez de estar dando clase. Definitivamente sería una autentica aventura entrar en una pirámide.

En ese momento el sonido del timbre me despertó de mi sueño. Al fin la clase había terminado. Lo malo era que todavía quedaba una hora para el recreo y la verdad no tenía fuerzas, y mucho menos para una clase de filosofía con Ramón. Cada minuto que pasaba contener mis lágrimas era mucho más difícil.

-          ¡No soy débil! ¡Soy fuerte!

Me decía una y otra vez con la esperanza de conseguir fuerzas para evitar un llanto incontrolado. Ángela y Blanca se encontraban a mi izquierda, comenzaron a mandarse notitas por posits, pero sinceramente no le di la mayor importancia. Lo mas probable es que hablarán de mí y ¡Lo sé! Pero en ese momento tenía cosa más importante pasando por mi cabeza.





viernes, 11 de noviembre de 2011

Capítulo 21

La carta que había recibido la tarde anterior consiguió desconcertarme del todo.
¡Otra carta! ¿Pero cómo era posible que ya lo supieran? ¿Acaso tenían cámaras o micrófonos que me vigilaran? En este preciso momento me encontraba en el dilema de si debía contárselo a las chicas. Aunque  ahora estaba en una situación en la que no me sentía con las fuerzas suficientes  para tomar decisiones.
-          Si él estuviera aquí, todo sería mucho más fácil.
Sin querer, una lágrima se resbaló por mi pómulo. Lo sequé rápidamente con la manga del abrigo, pues  Ángela estaba a un escaso minuto de llegar a nuestro punto de encuentro,  y no podía permitir que nadie me viera llorar. Porque si algo aprendí, es que pensar solo en uno mismo impide ver lo que les pasa a los demás. Y tal y como prometí, pensaba seguir poniendo por delante de mí a los demás.
-              -   ¡Hola! ¡Buenos días!
En ese momento mi corazón se aprisionó, cosa que no duró mucho al comprobar que la persona que me había saludado era Ángela.
               -¡Qué  susto me has dado! El día menos pensado con esto me llevas al otro barrio.
Las risas de Ángela en ese momento fueron inevitables.
 I-               ¡Para de reírte, ya, de mí! ¿vamos para clase o nos quedamos aquí todo el día?
 A-               Sí, sí ¡vamos!- Respondió sin poder controlar la risa.-
Comenzamos a andar en dirección al instituto. Esa mañana las calles parecían más frías, oscuras y vacías que nunca. Aunque yo lo que peor llevaba era el frío en la cara. Después de unos días calurosos, para esta época del año, estaba segura de que a nadie le apetecía volver a coger el anorak, la bufanda y los guantes.
 Después de unos minutos de silencio creí que lo mejor era comenzar a cotillear para que ambas nos despejáramos.
 I-            Bueno, cuéntame. ¿Qué tal tu cita con Javi?
A-           ¿Sinceramente?
 I-            ¡Pues claro!
 A-            Fue un autenticó desastre
 I-            ¿Un desastre? ¿Y eso?
A-            Pues bien, quedamos en el bar al que solemos ir nosotros siempre, Cachito, Y nos
                 pedimos algo de beber, él una cerveza y yo una Coca-Cola. Comenzamos a hablar y a
                 contarnos nuestra vida, cuando el chico, “sin querer”, me tiró la bebida…
 I-           ¿De verdad? ¡Pero, qué torpe!     
 A-           Pero eso, obviamente, no fue  lo peor. Después de esto se disculpó y me pidió que
                fuéramos a su casa para que me secara.
I-            ¡¿Qué?!
A.-          ¡Lo que oyes! La verdad es que su casa estaba muy cerca, a diez minutos como mucho.
               Subimos y le pregunte dónde estaba el cuarto de baño. En ese momento el insistió en
               acompañarme…
I-            ¿Y?
A-            Pues en vez de llevarme al baño me llevó al comedor. Entonces le pregunté que, qué
                hacíamos allí. Pero no respondió, solo me pidió que me quitara la camiseta en lo que
                volvía.
I-            ¡Dios mío!
A-            Y yo  estaba pensando en… bueno, ¡ya sabes qué! Por ello, me quite la camiseta y la
                 falda… y entonces… ¡Entró su madre!
I-            ¿Su madre? -Empecé a reírme a más no poder- ¡Me muero!
A-            ¡Sí! Llevaba en el brazo una camiseta negra y en la otra la típica cesta de la ropa sucia.  
                 Me pidió perdón por lo torpe que era su hijo, cogió mi ropa y la metió en el cesto.
No podía parar de reírme la historia cada vez era más divertida.
I-            Tú pensando en lo que pensabas, y te dijo eso para que su madre te lavara la ropa.
A-             Por favor, para no puedes imaginar lo mal que lo pasé. ¡Qué vergüenza!
I-             No me extraña, me llega a pasar a mi…
Justo en ese momento se oyó un chillido a nuestras espaldas.
            - ¡Isa!¡Angela!
Era Yonathan, se aproximaba corriendo a nosotras. Comenzamos a correr para que tuviera que alcanzarnos. Pero esto, desgraciadamente, lo consiguió en apenas unos segundos.
Y-            ¿A dónde ibais,malas personas?
 I-           A ningún lado,  por supuesto.  Lo digo con un tono irónico,
 Y-           Pues por ese a ningún lado, a lo mejor os quedáis sin cotilleos.
 A-           ¿Cotilleos? ¿Qué cotilleos?
 Y-           ¡Uno!
  I-          ¿Cuál? ¿Que ahora fumas como un idiota?
 Y-           Isa, por favor puedo dejarlo cuando quiera.
 A-           No es algo tan fácil.
 Y-           Claro que sí, empiezo cuando quiero y lo dejo cuando quiero.
 I-             Sí, por supuesto… 
 A-           Pero bueno, cuéntanos ¿Qué ha pasado?
 Y-           Pues a ver… este finde estuve de fiesta. E… Isa, no te vas  a creer con quién me encontré.
 I-           Mmm ¡Sorpréndeme!
 Y-           ¡A Diego!
 I-           ¿A Diego?
A-            ¿Quién es Diego?
 I-           Nada, uno de kárate. Bueno ¿y qué pasa por eso?
 Y-           Pues iba borrachísimo y… ¡entonces me contó lo vuestro!
 I-           ¿Lo nuestro? Yonathan ¡por favor!
 Y-            ¡Que sí! Pasó en fiestas ¿Verdad?
 I-            Puede ser…
 A-            ¿Qué paso?
 Y-            Pues que Diego le pidió salir, ella le dijo que sí y este luego la rechazó… ¿Cierto o no?
  I-           A ver ¡exactamente no fue así!
 Y.           Ya, ya claro…
Yo estaba de los nervios ¿Cómo se atrevía? No tenía ni idea de nada…
Nada más entrar por la puerta de clase, tiré la mochila sobre la mesa con todas mis fuerzas. Tenía un gran mosqueo encima.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Capítulo 20

 Una vez que me percaté de que obviamente estábamos solas en esto, tomé una decisión importante que podría llegar a provocar que nuestra vida corriera peligro. Patricia era nuestra amiga y era lógico que si nosotras no hacíamos nada se podría quedar en coma  y nunca despertar. Por ello elegí la opción de investigar, jugarnos la vida, pero también tener la oportunidad de salvar a Patricia. Sabía que no iba a ser fácil, que sería duro, pero también estaba segura de que si Patricia estuviera en mi lugar haría lo mismo por cualquiera de nosotras. Definitivamente lo que había empezado como un juego se había convertido en una aventura en la cual nos estábamos jugando la vida.
La decisión estaba tomada. Pero, ¿por dónde empezar a investigar?
Comencé a dar vueltas por la habitación, apenas sabíamos nada sobre lo que estaba ocurriendo.  Lo único que teníamos eran muchas interrogaciones en todos nuestros casos que estaban sin resolver. Lo que sí tenía claro es que sí queramos salvar a Patricia primero tendríamos que averiguar lo que estaba pasando.
“Sí nunca me hubiera chocado con ese chico… si nunca hubiera encontrado ese estúpido libro en la mochila… ¡Espera un momento! ¡El libro! ¡Eso es!”
Una bombillita se encendió en mi cabeza. ¡El libro! Cómo no se me había ocurrido antes, ese libro tenía que esconder algo, una pista, lo que fuera.
Definitivamente al día siguiente lo llevaría a clase y allí entre todas decidiríamos que podríamos hacer con él…  Aunque ¿por qué esperar absurdamente  a mañana sí podía llamar ahora mismo a Ángela?
A-          ¡¿Sí?!
I-          ¡Ángela! ¡Adivina quién soy!
A-          ¿Isabella, pero sin bella?
I-          ¡Tonta! ¿Sabes qué? Ya sé cómo seguir investigando todo esto.
A-          Isa, puede ser peligroso hablar esto por teléfono, podrían estar escuchando…
I-         Tía, eso es muy poco posible… Bueno lo que podríamos investigar es el libro que el chico misterioso   
            dejo en mi mochila.   
A-        ¿Qué H2O dejó un libro en tu mochila?
I-         Sí, como lo estás oyendo…
A-         Bueno ¿y qué tiene  ese libro de especial?
I-        ¡Pues que es imposible abrirlo!
A-        Te estás quedando conmigo ¿no?
I-        Ángela, después de lo que ha pasado esta mañana en la comisaria ¿todavía no me crees?
A-       Sí te creo, pero tienes que entenderme, es algo que resulta prácticamente imposible. Mañana lleva el 
           libro y ya veremos allí que podemos hacer con él.
I-       No es mala idea, pero yo tengo una mejor. ¿Por qué no venís Blanca y tu a mi casa ahora y lo   
          comprobamos aquí?
A-       No puedo.
I-      Bueno, quien dice ahora, dice en una hora u hora y media.
A-      No es por la hora…
I-      Entonces ¿por qué es? Porque mañana no tenemos ni exámenes, ni deberes,  ni nada. ¡Para un día que 
         somos libres!
A-      A ver Isa, es que he quedado…
I-     ¿Y con quién? ¿Amigos secretos? – Inevitablemente me eche a reír.
A-     Pues no ¡lista!
I-     ¿Entonces con quién?
A-     Pues con... con...  el  chico que el otro día nos dio su tuenti… ¡Javi!
I-     ¡Qué fuerte! ¡Mañana quiero saberlo todo! Que como te lo habías callado, pillina…
A-      Porque te conozco y sabía cómo te ibas a poner.
I-     ¿Y cómo me iba a poner? A ver, lista.
A-      ¡Pues así! ¡Como una loca!
I-     Qué exagerada eres, de verdad..
A-     Bueno, te voy a tener que colgar, ya que se me viene la hora encima…
I-     Vale, me parece muy bien. Ponte muy mona para tu cita. Que mientras tú estarás coqueteando yo estaré 
        en el hospital con Patricia.
A-    ¡Me parece un gran idea!
Unos pitidos indicaron que la conversación había llegado a su fin. Así que coloqué el teléfono en su sitio y me dirigí al armario. Me dispuse a coger la primera ropa que encontré, unos vaqueros pitillos y una camiseta negra, de manga corta, con abalorios. Me fui al cuarto de baño donde me peiné, me planché el flequillo y me eché de la colonia lady rebel . Estaba a punto de abrir la puerta para salir de casa cuando mi madre comenzó a dar un montón de voces:
-“Si es que no haces nada. No sé qué futuro te crees que te espera, porque no vales para nada. Vas a pasar mucha hambre…”
Sus gritos continuaron oyéndose en la calle, con la ventaja de que cada vez eran más lejanos. Pero la verdad es que tenía sus motivos para estar tan enfadada. Me había pasado la tarde sin estudiar, en el tuenti y colgada al teléfono, y de remate, había dejado todos los libros esparcidos por la habitación.
En cuanto llegué al hospital, comencé a subir a la habitación de Patricia por las escaleras, debido a que los ascensores estaban colapsados. Cuando llegué a la habitación no serían más de las 18: 15.
Entré con una sonrisa en la cara y una rosa de color azul (su favorito) en la mano. Iba a introducir la flor en el interior del jarrón, cuando me percaté de un sobre que se encontraba en la mesilla y llevaba mi nombre.

viernes, 12 de agosto de 2011

Capítulo 19

 El primer intercambio de clase  de 5 minutos, lo aproveché para enseñarles a Blanca y a Ángela la carta tan misteriosa que había encontrado la noche anterior en mi mochila. La verdad es que después de leerla  sentí un gran miedo, aunque  a la vez un mayor entusiasmo por descubrir lo que estaba pasando.

Sus caras lo decían todo. Era obvio que a ellas también les parecía algo completamente imposible de creer.
 A-          ¿Y dices que te la han dejado  en kárate?
 I-           ¡Sí, sí ha sido en kárate!
 B-          Isa, tenemos que hacer algo
 I-           No lo veo necesario…
B-          ¿Pero es que, Isa, no lo entiendes?
A-           Esto una amenaza en toda regla, como en "El padrino".
I-             Lo sé… pero…
 A-          Deberíamos ir con esto a la policía
I-             ¿Para qué? ¿Para qué no nos crean y se rían de nosotras?
A-            ¡Tú estás tonta!
 B-            Tenemos una prueba  real de lo que está pasando.
A-             Así que esta tarde iremos a la Policía.
I-              Pero…
A-             ¡Ni peros, ni peras! ¡Iremos a la policía y punto!
I-               Esta tarde vamos a ir a ver a Patricia…
B-             A ver, Isa ¿es que no lo entiendes?
I-               Pus no, no entiendo por qué tenemos que ir  a la policía a que se rían de nosotras…
A-              Lo que tienes que entender es que aquí pone que el coma de Patricia ha
                  sido  provocado. Las únicas que lo sabemos y podemos ayudarla somos
                   nosotras…   ¿Piensas dejarla tirada?
I-              ¡No! ¡Eso nunca!
Después  de está discusión sonó el timbre, y junto a  este  sonido estruendoso entro el profesor que iba  a sustituir hoy a Hernández, nuestro profesor de Religión. Hernández nos había  comunicado el día anterior la ausencia de su próxima clase, a causa de acudir a una consulta médica. El profesor sustituto de Hernández,  era  Samuel, nuestro profesor de matemáticas. Todos nos emocionamos al verle entrar en el aula, pues es junto a Julia es uno de nuestros profesores favoritos.
Al finalizar la clase de Religión sin hacer apenas nada, llegó la clase de Filosofía y con ella el comentario general de “El hombre en busca del sentido”.
Con el fin de esta clase, francamente un tanto aburrida, llego la hora del recreo y con él, el comienzo de nuestra aventura.
A-          ¡Vamos a ir ahora a la policía!
I-          Ángela, es prácticamente imposible que en 20 minutos vayamos a la comisaria y
             volvamos.
B-          A no ser que sepas volar, ¡claro!¿Sabes?
A-          Parad de decir tonterías por favor. Después del recreo tenemos clase con
               Dolores y ya sabéis que no es una persona que se da fácilmente cuenta de la falta de alguno de sus
               alumnos.
B-           Vale, hasta ahí todo claro pero si no nos da tiempo a volver, ¿qué hacemos?
A-           Tampoco tenemos que preocuparnos por eso, pues nuestra próxima clase nos toca
                 con Julia, y ya sabéis que con Julia nunca hemos tenido ningún problema.
Sin que Ángela tuviera que decir una sola palabra más para convencernos, agarramos cada una nuestro abrigo y nuestra mochila y nos pusimos en camino hacia la salida del centro. Pero justamente cuando íbamos a salir por la puerta nos encontramos a Yonathan.
Y-          ¿Os piráis?
B-          No, claro que no.
A-          ¡De hecho te estábamos buscando!
Y-          ¿A mí? ¿Por qué?
A-          Para decirte que si los profesores preguntan por nosotras les digas que hemos ido a
              acercarnos un momento a casa de Isa, a que se ponga insulina porque está muy alta
               del  azúcar y vemos que al final le da un chungo.
I-            ¡Sois unas exageradas!
A-           Ya, ya exageradas…
Y-            Pero luego volvéis, ¿no?
B-         ¡Por supuesto ya sabes que una clase de Sara no me la pierdo ni loca!
Y-          Bueno… pues luego nos vemos. ¡Venga, Isa, ponte buena!
I-            ¡Gracias!
Una vez terminada esta conversación nos dirigimos a la comisaría.
I-           ¿Se puede saber  qué le vamos a decir a la policía?
A-          Muy sencillo les contarás lo del chico que estuvo o en tu casa, que os atacaron a  tu
              madre  y a ti… Resumiendo les contaras todo lo que nos has contado a nosotras.
I-            Pero, Ángela, yo no sé si eso fue real…
A-           ¡Ya! Pero ellos no lo saben.
B-           No se lo van a creer, lógicamente.
A-           Ya había pensado en eso. La carta será lo único que nos puede dar credibilidad. ¡Por
               eso la carta es tan importante!
Mientras esta conversación finalizaba nosotras ya nos encentrábamos en la puerta de la comisaría. Nos pasamos un rato delante de esa puerta negra, discutiendo quien entraba primera. Una vez que nos pusimos de acuerdo y entramos, se dirigió hacía nosotras un policía bastante campechano y agradable. Estaba bastante gordito, sus ojos eran achinados y de un color verdoso. Su cabello era bastante corto, con rizos enormes y de un color rojizo. Su enorme nariz impedía que apenas, alguien se pudiera fijar en su cara ovalada.
P-            ¿Pero qué hacen unas señoritas tan guapas como ustedes en nuestra modesta
                comisaría?
Empecé  a explicarle todo lo que había pasado en mi casa hacía tan solo unos días. Como me había imaginado no se lo creyó, incluso se burló de mí riéndose e  insinuándome que tenía mucha imaginación, y que a veces eso no me dejaba diferenciar entre lo que era real y lo que no lo era. Sus carcajadas cada vez eran más sonoras, pero el silencio se produjo cuando le entregué la carta. Su cara trasmitía un infinito desprecio. Miró la carta una vez más, nos miró a nosotras y la rompió en mil pedazos.
I-           ¿Pero que hace con nuestra carta?
P-            ¿Qué carta? Y no veo ninguna carta.- Decía esto mientras tiraba los trozos de nuestra carta a la papelera.
A-              Pues la que usted acaba de tirar a la papelera
P               Mirad niñas, solo os diré una cosa, como vuelva a veros por aquí con mentiras,
                 bromas  y tonterías me encargaré personalmente de meteros en un reformatorio. Y  
                  ahora  ¡largo!
Nos marchamos muy cabreadas, desde luego esto era algo mucho más grande de lo que nos habíamos imaginado hasta el momento. ¡Obviamente estábamos solas en esto!      

miércoles, 13 de julio de 2011

Capítulo 18

Llegué a casa alrededor de las 22:25, una hora que se puede llegar a considerar temprana, teniendo en cuenta que la clase de kárate acaba a las 21:30. Y es que entre las charlas, vestirnos, cotillear… Lo raro es llegar pronto a casa. Aunque ese día más que nunca quería estar en casa lo antes posible. ¿Qué por que?
Pues por el sobre que había encontrado en mi mochila, pensaréis que lo podría haber abierto en el vestuario, de hecho estuve a punto de hacerlo, pero justo cuando lo iba a abrir, una de mis compañeras se percató del sobre que estaba entre mis manos.
-          ¿Qué es eso pillina?
Se trataba de Alba una de las grandes amigas que tengo. Cómo describírosla… Es una chica un pelín más bajita que yo. Tiene el pelo es castaño, aunque en una época no tan lejana llevo mechas rubias, azules y rojas. Sus ojos son muy grandes y oscuros. Es una chica muy extrovertida y la verdad está como una regadera. Pero os puedo asegurar que es una de las mejores personas que conozco, no es rencorosa, siempre que es necesario ayuda… De hecho puedo asegurar que como ella hay pocas y por ello la quiero.
 I-           Nada, Alba. ¡Una chorrada!
 A-           Ya, ya… ¿Un admirador secreto tal vez?
 I-           Anda,  Alba ¡calla! ¡No digas chorradas!
 A-          Si te pones roja será por algo…
I-           ¡Sí! Porque eres una tonta y como tal dices tonterías. 
A-           Tranquila, era una broma… ¿Irás a la quedada del sábado?
 I-          No sé…
A-           Ira Diego…
I-           ¿Y…?
A-           Por Dios, Isa, todos sabemos lo que ocurrió entre vosotros…
I-           A veces los rumores no son ciertos y aunque fuera cierto, el pasado es el pasado. Bueno
              me voy a coger las cosas de la taquilla que quiero llegar pronto a casa.
Le di un fuerte abrazo a Alba, cogí el abrigo y me marche fuera… Efectivamente Alba no se había equivocado al igual que todo kárate. Lo que pensaban era cierto, entre Diego y yo había pasado algo, algo que nunca volvería a pasar.
Estaba guardando las cosas que tenía en la taquilla cuando Leo me dio un grito. Leo es una persona que tiene un corazón que no le cabe en el pecho. ¡Es un buenazo! Alguien de plena confianza. Leo físicamente es muy moreno, de pelo negro; por cierto, hace 2 semanas se quitó sus melenas. Y tiene unos ojos increíblemente oscuros.
I-           ¡Ya voy Leo, ya voy!
L-            Ya voy ¡no! ¡ ven ya!
A la salida solemos esperarnos un gran número de karatekas que vivimos más o menos cerca. Solemos ir juntos: Víctor, Iván, Leo y algunas veces Diego aunque vive muy lejos de nuestra casa. Últimamente venía con nosotros más a menudo  con el fin de acompañarme hasta la puerta  de mi casa, lo extraño de esto es que cuanto más pasaba de él más caso me hacía…  Si os soy sincera, Diego me encanta, aunque por el momento es mejor que no lo sepa.
Después de un camino de risas, bromas y guasas llegué a mi casa junto a Diego, le di dos besos  y entre a toda velocidad por la puerta principal.
Una vez en casa, acomodé la mochila en el suelo, di dos besos a mi padre y a mi hermano; fui a la habitación de mi madre. Desde el pequeño accidente, que ella no recordaba, había tenido una enorme molestia en el pie y la pierna. Como yo había supuesto y un médico me había confirmado se trataba de una rotura de fibras. Bajé las persianas, la tapé, y le di un beso en la frente. Una vez hecho esto me dirigí a mi cuarto. Allí me quité el abrigo, le colgué, me quité la ropa, me puse el pijama… Abrí la mochila y saque de ella todo lo que me impedía coger el sobre: el karategui, lo guantes, el bucal… Una vez sacado todo esto me dispuse a coger el sobre del fondo de la mochila.

viernes, 17 de junio de 2011

capítulo 17

Obviamente os preguntareis ¿Quién es Samanta? Yo, me encargare de resolver vuestras dudas. Samanta es una chica muy delgada y también bastante alta, por ello se la es conocido como “la fideo”. En una época, ya, un poco lejana, llego a ser mi mejor amiga, ¿Quién me iba a decir que esos 15 años juntas se esfumarían en tan solo unos minutos? Éramos inseparables, nos veíamos todos los días en clase, salíamos juntas los fines de semana; resumiendo nos veíamos a todas horas.… ¿Por qué todo esto cambio? ¿Por qué ahora ni nos hablamos? Sinceramente no es una historia larga, y mucho menos divertida.Lo que sí que es cierto es que el que repitiera curso nos fue destruyendo poco a poco.  Aunque fue algo en especial lo que hizo que el vaso se derramase del todo. Si no os importa, ya os lo contare un poco más adelante pues sinceramente esta historia hace que mi corazón se aprisione, lo cual me provoca unas ganas enormes de llorar. No es porqué esto en su momento me doliera, que también, sino por todos esos momentos que pasamos juntas y no volverán a repetirse.
-          Isa, por favor pásame el volante, que parece que estas sorda.
Esa voz hizo que todos los recuerdos vinieran a mí. Pero sobre todo los recuerdos de esa enorme puñalada.
I-           ¿Se puede saber qué haces tú aquí?
S-           Nada especial, hemos venido a ver el instituto Y Leonardo me ha ofrecido jugar un rato
                con él. Y bueno aquí estoy.
I-             Típico de Leonardo.
S-          ¿Cómo es que no estáis juntos como antes? ¿Os habéis peleado?
I-            No, no nos hemos peleado.
S-          Pues eso no es lo que me ha dicho Leonardo. Parece ser que pierdes todo lo que te
              importa, aunque claro también puede  ser que no te aguantan. Quien sabe a lo mejor 
              Raúl se suicidó por eso.
I-           ¡No se te ocurra volverlo a nombrar! ¿Me escuchas?
 Cada segundo que hablaba hacía que la odiara más, y más. Había sido una de las personas a la que más había querido, pero parece ser que las personas cambian.Por suerte para mi Ángela
 se percató de todo lo que estaba pasando y se acercó a donde nosotras estábamos.
-          Isa, ¡venga vamos! Que a nosotras al contrario que a otras no nos sobra el tiempo, y tenemos que
pasar de curso.
Nos marchamos dejando atrás la cara de envidia de Samanta. Por suerte después de esta clase de esfuerzo físico nos tocaba con Dolores.
Dolores, como ya os conté en otra ocasión, es la profesora de Física y química.No es alta, ni tampoco está excesivamente delgada. Sus ojos son del color de las olas. Tiene el pelo liso, corto y es de un rubio platino que llama la atención. Suele llevar un vestido azul de flores, con sus zapatitos de tacón. Sinceramente para tener más o menos 54 años se conserva muy bien. Por suerte para mí su clase paso rápido con las leyes de newton. El resto del día no fue nada del otro mundo y pasó bastante deprisa hasta la hora de kárate, algo que realmente agradecí. Debido al rencuentro con Samanta, estaba realmente cabreada y necesitaba desahogarme, soltar toda la ira acumulada del día. De todas maneras por mucho que quisiera, era lunes y por tanto era día de katas. De todas maneras lo hice con la mayor potencia posible.
Al acabar la clase estuvimos todos un ratito de charla y después me fui a cambiar. Iba a sacar la ropa de la mochila para cambiarme, cuando me percaté de que tenía un sobre en el interior de la mochila, que ponía mi nombre.

lunes, 6 de junio de 2011

Capítulo 16

  -        Ángela, te lo juro. No fue un sueño.
Algo muy raro estaba pasando. Era otra mañana más de clase, con la peculiaridad de que yo estaba con un aspecto horrible. Mis ojos estaban rojos e hinchados probablemente por el insomio de la noche anterior y mis labio estaban secos por el alto nivel de glucosa que tenia en sangre, y yo, sencillamente estaba muy alterada.
A-          Isa, por favor, no chilles. Toda la calle nos está mirando.
I-          Justo que ahora te importa más lo que piensen los demás, que lo que me pase a mí.
             Está  bien saberlo. Ya veo que clase de amiga eres.
 A-        ¡Sabes que eso no es cierto! Lo que pasa es, que no considero necesario que todo el
          mundo se entere, y mucho menos si resulta que tu sueño no fue un sueño. Porque eso
         significaría que alguien nos controla y nos vigila. Querría decir que alguien sabe dónde   
         vivimos, a que instituto vamos y...y, ¡quien sabe que más cosas!
I-         A ver Ángela tranquilízate que no ha sido a tu madre a la que han atacado ni a la que
            han intentado matar.
A-         ¡Eso es! ¿Has hablado con tu madre?
 I-        No he podido, no se ha levantado desde el “accidente” de ayer.
A-       Isa lo que me estas contando es demasiado extraña ¿No será que lo has soñado todo?
I-        No, Ángela, no puede ser un sueño, porque entonces que la vajilla ya no este y que mi
           madre ayer no hiciera la cena, también es normal ¿no?
A-        ¡No! Puede ser, que ayer tu madre se le cayera la vajilla por cualquier motivo, o que se
            la dejara a una amiga. Y también, a lo mejor, tu madre se sentía muy cansada y decidió
             tomarse una tarde de descanso, para ella y sus cosas.
I-         No, Ángela, ¡que no! Eso no puede ser…
Cuando acabe esta frase me percate que ya estábamos en la entrada del instituto. Si os soy sincera, no es muy grande de hecho, yo no me di cuenta de su emplazamiento hasta que me lo dijo mi madre, y eso que pasaba mucho por esa calle. Pero lo que sí os puedo asegurar es que es un lugar muy hogareño. Hoy nos tocaba Educación física a primera, una asignatura que podíamos decir que no motiva mucho recién desayunado, bueno y sin desayunar tampoco.
Gloria es nuestra profesora de gimnasia. Podíamos decir que tiene alrededor de 50 años, aunque puede que tenga alguno más aunque con toda sinceridad os puedo decir que no los aparenta. Es muy atlética y está en buena forma. Suele llevar un chándal bastante ajustado de ADIDAS. Tiene el pelo castaño y lo suele llevar recogido en dos coletas. Es una persona muy activa, aunque sus clases sean bastante duras siempre nos resultan muy divertidas. Pero también os tengo que contar que odia que hablemos en su clase, aunque supongo que será como a todos.
Por suerte para Ángela y para mí, teníamos actividad libre. Eso para nosotras significaba jugar al bádminton sin parar, ni siquiera  para descansar. Aunque yo ese día andaba un poco distraída porque estaba segura de que lo de la noche anterior no había sido ningún sueño. Y en cuanto llegara a mi casa intentaría buscar algo que pudiera demostrar que decía la verdad. Estaba tan inmersa en mis pensamientos que no me di cuenta del volante que se aproximaba a mí a una gran velocidad.
I-          ¡Ay!
S-           Perdona, ha sido sin querer. Isa, ¿podrías hacerme el favor de pasarme el volante?
 Esa voz me aprecio bastante familiar, aunque no se trataba de la voz de ninguno de mis compañeros. Se trataba de la voz de Samanta.

viernes, 3 de junio de 2011

Capítulo 15

Me desperté completamente adormilada en mi habitación. Me encontraba tumbada en mi cama completamente tapada. Debajo de la almohada estaba el libro que nos habían mandado leer en Filosofía “El hombre en busca del sentido”. La persiana estaba bajada y la puerta cerrada.
Me encontraba algo incomoda así que decidí salir de la cama y ponerme otro pijama, pero de levantarme me di cuenta de que no llevaba ningún pijama. Si no los vaqueros rotos y la camiseta negra a cuadros. Exactamente la misma ropa que llevaba en el sueño. ¿Y si no había sido un sueño? Bajé al comedor corriendo y chillando. De repente oí la voz de mi padre.
   -       ¡No chilles!!Que vas a despertar a tu madre!
Ahí estaba el, sentado en el sofá mientras tomaba unas pipas. Mi hermano estaba en el sofá de al lado completamente tumbado y bostezando cada 2 segundos, seguramente en nada se quedaría dormido.
Ahora que me doy cuenta nunca habéis tenido la oportunidad de conocer a mi padre. Así que os lo describiré. Al igual que todos los de la familia esta rellenito. Tiene el pelo rizado y es castaño, aunque bastante oscuro. Sus ojos son tan verdes como esmeraldas. La verdad es que siempre me hubiera gustado tener sus ojos, pero en lugar de eso obtuve su cabello. Su carácter es a veces es demasiado fuerte, pero no importa, en el fondo es cariñoso, aunque no lo suela demostrar.
Todo parecía estar en su sitio, nada estaba dañado o estropeado, pero era la primera vez que mi madre no estaba en la cocina haciendo la cena, o en el comedor pidiendo que bajaran el volumen de la tele, Esto me pareció bastante extraño.         
 I-            ¿Cómo es que mamá esta, ya, echada?
 P-          No lo sé, la verdad.
 I-           ¡¿Cómo qué no lo sabes?!
 P-           Porque cuando llegué a casa, os encontré a las dos dormiditas en el sofá. No os desperté
                 y os llevé a cada una a vuestra habitación. Os tumbe en la cama, os tape, baje la
                 persiana y por ultimo me fui sigiloso y cerré la puerta.
 I-             Mmm…  ¡qué extraño! Bueno, ¿y qué habéis cenado?
 P-            Unas pizzas, si te apetece creo que todavía hay un trozo en la cocina.
 I-             Gracias, pero no me apetece. Tomaré un vaso de leche y volveré a la cama.
 Pero según me dirigía a la cocina algo se me clavo en el pie.
  I-           ¡Ay!
  P-           ¿Qué pasa?
  I-           Nada, creo que me he clavado algo en el pie.
  P-          ¡Eso te pasa por ir descalza!
  I-           Gracias papa, diciendo eso acabas de solucionar todos mis problemas.
Fui a sentarme al sofá como pude, una vez sentada y cómoda empecé a mirar el píe. Algo de un tamaño suficientemente grande como para verlo se me había clavado; pero por suerte todavía asomaba un trozo por fuera.
Con tiempo y cuidado conseguí sacarlo. Era un trocito de cerámica blanco, con una especie de borde plateado. En ese preciso instante la imagen de mi madre inconsciente en el suelo al lado de su favorita vajilla, rota en mil pedazos. ¿Esto quería decir que no había sido un sueño?
Subí veloz las escaleras para ir a mi cuarto. Una vez en mi habitación cogí mi juego de química, saque un tubo de ensayo y en el guarde el minúsculo trozo de cerámica. Algo tenía claro, definitivamente algo muy raro estaba pasando.

sábado, 21 de mayo de 2011

Capítulo 14




Me encontraba en mi habitación tumbada en la cama boca abajo y estaba escribiendo en mi diario. A algunos os resultará un tanto infantil, lógico. Pero a mí, escribir en un diario me ayuda  a desahogarme y a aclarar las ideas.
Un golpe estruendoso me sacó de mis pensamientos. Provenía del piso de abajo. Bajé corriendo las escaleras y llegué al comedor, que es  de donde había venido el ruido. Esa imagen siempre la tendré grabada en la mente.
En el comedor había un hombre que medía aproximadamente 1.80. Su mirada transmitía odio, muerte, dolor, sufrimiento.. Su pelo era largo y oscuro. Llevaba un atuendo un tanto extraño. Una capa negra que le cubría el cuerpo, pero por lo poco que se veía de su ropa, me pude llegar a percatar de que su atuendo era negro y antiguo.
Los platos de la vajilla favorita de mi madre estaban rotos y esparcidos por el suelo. Mi madre estaba tumbada al lado con los ojos cerrados.
 -¿Qué le has hecho?- Chillé completamente histérica.
El señor empezó a acercarse mientras decía:
-          A ella de momento no le he hecho nada… Porque a la que le espera un completo sufrimiento ahora es a ti…
-          -¿Qué le has hecho?- Conseguí decir sin parar de tartamudear.
-          Yo no le he hecho nada, es tan débil que me ha visto y se ha desmayado.- Me contestó, mientras se seguía acercando.
Mi cuerpo empezó  a temblar. ¿Acaso había llegado ya mi final? Estaba a punto de agarrarme cuando alguien me empujó, haciendo que me cayera al suelo. Era él… Iba  tan guapo como siempre, aunque esta vez me pude fijar en un tatuaje del que nunca antes me había percatado.




                 -   Escóndete detrás del sofá junto a tu madre y comprueba que esté bien.
Hice caso al chico misterioso y  transporté a mi madre detrás de sofá. Comprobé el pulso, estaba bien. Me puse a observar la escena entre el chico misterioso y ese hombre que hacía apenas unos minutos había intentado matarme. Se miraban como si se conocieran de toda la vida. El hombre le sonrió y le dijo: 
            -  Sabía que no podías permitir que  a la chica a la que llevas siguiendo, casi un mes, le pasara nada.
Yo me quede atontada  al oír aquello, definitivamente no me había vuelta loca y esa mañana le había visto. Un ruido me sacó de mis pensamientos. El chico misterioso estaba  realizando una especie de combate con unas armas un tanto peculiares. Eran como unas espadas, aunque diferentes a las que había visto hasta ese momento. La espada no era recta y tampoco era de metal. Estaban los dos luchando con un empeño increíble. Cuando se detuvieron.
H2O-          ¿Por qué no las dejas tranquilas?
H-               Saben demasiado…
Le contestó el hombre de negro sin dejar de mirarme un instante. A mí esos ojos me infundían un enorme terror y me hacían tiritar como si me estuviera congelando. El chico misterioso no dijo ni una sola palabra más y le clavó la espada en el pecho. Entonces toda la habitación se iluminó. La espada desprendía una luz de color azul cegadora. Cuando esta luz se fue, el hombre de negro había desaparecido.
H2O-           Ten cuidado, vendrán a por vosotras. Así que protegeos, ayudaos y estad unidas,
                     muy unidas.
Una vez dio esto desapareció.
        -    ¡Pero, ¿Por qué?! – Chillé enloquecida.
Lógicamente no obtuve respuesta alguna.