Me encontraba en mi habitación tumbada en la cama boca abajo y estaba escribiendo en mi diario. A algunos os resultará un tanto infantil, lógico. Pero a mí, escribir en un diario me ayuda a desahogarme y a aclarar las ideas.
Un golpe estruendoso me sacó de mis pensamientos. Provenía del piso de abajo. Bajé corriendo las escaleras y llegué al comedor, que es de donde había venido el ruido. Esa imagen siempre la tendré grabada en la mente.
En el comedor había un hombre que medía aproximadamente 1.80. Su mirada transmitía odio, muerte, dolor, sufrimiento.. Su pelo era largo y oscuro. Llevaba un atuendo un tanto extraño. Una capa negra que le cubría el cuerpo, pero por lo poco que se veía de su ropa, me pude llegar a percatar de que su atuendo era negro y antiguo.
Los platos de la vajilla favorita de mi madre estaban rotos y esparcidos por el suelo. Mi madre estaba tumbada al lado con los ojos cerrados.
-¿Qué le has hecho?- Chillé completamente histérica.
El señor empezó a acercarse mientras decía:
- A ella de momento no le he hecho nada… Porque a la que le espera un completo sufrimiento ahora es a ti…
- -¿Qué le has hecho?- Conseguí decir sin parar de tartamudear.
- Yo no le he hecho nada, es tan débil que me ha visto y se ha desmayado.- Me contestó, mientras se seguía acercando.
Mi cuerpo empezó a temblar. ¿Acaso había llegado ya mi final? Estaba a punto de agarrarme cuando alguien me empujó, haciendo que me cayera al suelo. Era él… Iba tan guapo como siempre, aunque esta vez me pude fijar en un tatuaje del que nunca antes me había percatado.
- Escóndete detrás del sofá junto a tu madre y comprueba que esté bien.
Hice caso al chico misterioso y transporté a mi madre detrás de sofá. Comprobé el pulso, estaba bien. Me puse a observar la escena entre el chico misterioso y ese hombre que hacía apenas unos minutos había intentado matarme. Se miraban como si se conocieran de toda la vida. El hombre le sonrió y le dijo:
- Sabía que no podías permitir que a la chica a la que llevas siguiendo, casi un mes, le pasara nada.
Yo me quede atontada al oír aquello, definitivamente no me había vuelta loca y esa mañana le había visto. Un ruido me sacó de mis pensamientos. El chico misterioso estaba realizando una especie de combate con unas armas un tanto peculiares. Eran como unas espadas, aunque diferentes a las que había visto hasta ese momento. La espada no era recta y tampoco era de metal. Estaban los dos luchando con un empeño increíble. Cuando se detuvieron.
H2O- ¿Por qué no las dejas tranquilas?
H- Saben demasiado…
Le contestó el hombre de negro sin dejar de mirarme un instante. A mí esos ojos me infundían un enorme terror y me hacían tiritar como si me estuviera congelando. El chico misterioso no dijo ni una sola palabra más y le clavó la espada en el pecho. Entonces toda la habitación se iluminó. La espada desprendía una luz de color azul cegadora. Cuando esta luz se fue, el hombre de negro había desaparecido.
H2O- Ten cuidado, vendrán a por vosotras. Así que protegeos, ayudaos y estad unidas,
muy unidas.
Una vez dio esto desapareció.
- ¡Pero, ¿Por qué?! – Chillé enloquecida.
Lógicamente no obtuve respuesta alguna.