No podía creer todavía lo que Leonardo me acababa de contar hacía apenas unos minutos:
L- ¿Y si te dijera que he encontrado una trampilla tapada en el suelo?
I- ¡¿Cómo!?
L- ¡Cómo lo oyes! ¡Una entrada secreta! ¡Como en “Indiana Jones”!
I- Claro… (Lo digo con un tono completamente irónico)
L- ¡Es cierto!
I- Sí, sí… ¿Sabes qué? Por haber compartido tu secreto conmigo, yo compartiré mi
secreto contigo.
L- A ver dime, ya sabes que puedes contar conmigo para cualquier cosa.
I- Mi secreto es… que yo…
L- ¡Dímelo ya!
I- Yo en ocasiones… ¡Oigo a tontos diciendo tonterías!
L- Anda Isa, no te quedes conmigo. Que te lo estoy diciendo completamente enserio.
¿Qué pasa, no me crees?
I- ¿Sabes qué pasa? Que al otro Leonardo le habría creído sin dudarlo, pero tal y como
eres ahora, con la gente que vas y todo lo demás. Te puedes perfectamente estar
quedando conmigo. ¡Que no nací ayer!
L- Isa, tu sabes muchísimas cosas mías, que podrías llegar a utilizar para vengarte. Si esto
lo precisara.
I- Bueno, en eso tienes razón… Pero sabes perfectamente que yo no lo haría. Así que
juegas con ventaja…
L- Isa, vayamos y descubramos qué hay detrás de esa trampilla …
I- Ahora no es el momento. Iremos otro día, tú no te preocupes que de ahí no se va a
mover.
L- La Isa que yo conozco ya estaría buscando la forma de abrir esa trampilla.
I- El Leonardo que yo conozco, nunca me habría dejado de lado por unos payasos.
L- Perdona, pero no son unos payasos. Además, entiéndelo, no siempre vamos a estar
pegados como si fuéramos siameses.
I- ¡Lo sé! Por cierto creo que deberías irte, porque van a ser ya las 20:00.
L- ¿Y qué pasa por eso?
I- A que antes te oí quedar con tus amigos los “no payasos”, a eso de las 20:45. Y creo
Que deberías ir a casa a cambiarte, ya que vas demasiado tú y no creo que eso les
guste. Porque ya sabes que para estar en ese grupo no se puede tener personalidad.
L- Está bien, me voy. Pero no olvides que lo tenemos pendiente, así que espero tu
llamada. Y por cierto no digas nada de…
I- ¿De qué has estado aquí? No te preocupes. No tengo pensado hablar con ellos, y
menos aún, contárselo.
L- Gracias, Isa, y siento que no seas capaz de haberte metido en el grupo, aunque espero
que volvamos a ser amigos.
I- Mira, Leonardo, si me decido por abrir la trampilla no será para que volvamos a ser
amiguitos, ni mucho menos. Será para cumplir mi sueño. Luego cada uno seguirá su vida.
Ah, por cierto no lo sientas por mí. Siéntelo por ti.
L- Bueno, como tú quieras aunque yo preferiría que no fuera así.
I- Es lo que hay, o lo tomas o lo dejas. Por cierto son las 8:10.
L- Vale, vale. Me voy ya.
I- Okey, ya sabes dónde está la puerta.
Leonardo salió por la puerta de la habitación, y pude vi desde mi silla cómo iba bajando las escaleras hasta que desapareció de mi alcance de visión.
Definitivamente, o estaba loco o había encontrado la entrada a la biblioteca subterránea. Fuera lo que fuera, tenía que contárselo a las chicas. Una vez que Patricia se recuperara, iríamos juntas a ver qué es lo que había ahí. Aunque, por desgracia, tuviera que avisar a Leonardo. Pero, bueno, ¿qué otra cosa podría hacer?
En ese momento lo más importante era ir al día siguiente a ver al hospital a Patricia. Luego ya, entre las cuatro, veríamos qué haríamos.